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sábado, 24 de outubro de 2015

Era hindú devoto; la Biblia le acercó a Cristo y en los enfermos encontró a Dios: hoy es misionero

En África Joseph Mongol Aind usa la agricultura para ayudar a enfermos

Joseph Mongol Aind recita su promesa definitiva en 2009 como misionero laico en su diócesis natal en Bangla Desh
P.J.G./ AsiaNews / ReL  23 octubre 2015

Joseph Mongol Aind se crió en una familia hindú devota, con una infancia tribal y rural, en Bangla Desh. Hoy es misionero católico en la lejana África, en Camerún. Ha vuelto a su origen rural pero enseña técnicas agrícolas bien conocidas en su país pero ignoradas en esa zona de África. Trabaja con discapacitados físicos y psíquicos. Y evangeliza.

Joseph es misionero laico del Pontificio Instituto de las Misiones Extranjeras (el PIME, de origen italiano) y descubrió a Cristo, sobre todo, en la Biblia y en el rostro de los enfermos. El ejemplo de los misioneros y la espiritualidad de Taizé también le ayudaron a adoptar una vida de comunidad evangelizadora.

Una familia pobre y tribal
Era el más pequeño de una familia pobre de 5 hermanos y dos hermanas de la tribu Orao en Bangla Desh. “Yo, como mis hermanos, trabajaba la tierra y ordeñaba las vacas, pero luego mi padre se dio cuenta de que era muy bueno en los estudios y decidió que continuara la escuela. Mi familia no podía permitirse enviarnos a todos a la escuela. Mi padre me eligió porque con mis estudios podría contribuir en el futuro al bienestar de la familia y mejorar nuestras condiciones de vida”.

Entró en la escuela católica de Rajshahi, a cargo de los misioneros del PIME y su rama femenina, las Misioneras de la Inmaculada.

Hindú devoto, quería conocer a Dios
Él era un hindú devoto, asistía a clases de religión hindú y leía los textos sagrados hindúes. Quería conocer más y mejor a Dios. Y pasó a leer también los textos religiosos cristianos, es decir, la Biblia.

El capellán del colegio, el padre Zanchi, viendo que tenía inquietudes espirituales, lo animó a participar en la misa cantando en el coro o colaborando en algunos preparativos con los monaguillos.

“Yo le decía que no era capaz. Era muy tímido, y me avergonzaba si tenía que cantar o rezar delante de todos. Por otra parte, formaba parte de una clase numerosa, pero él siempre me elegía a mí. No era más inteligente que los demás. Pero como yo había leído los textos religiosos hindúes entendía mejor que los otros la diferencia con la Biblia y era expresivo cuando pronunciaba las lecturas de la liturgia”.

En su familia hindú estaban algo preocupados. En el colegio había comida no vegetariana, algo muy molesto para ellos. Pero Joseph decía que le gustaba estar en el colegio católico: “Excepto por la comida, me gusta todo lo demás, allí me quieren”, decía.

Joseph Mongol Aind recibe una cruz de misionero del PIME en 2009, en su compromiso definitivo... hoy es misionero en Camerún con enfermos psíquicos
El llamado a ser cristiano
"Me interesaban las historias bíblicas: Abraham, Moisés ... y me sentí llamado a ser cristiano. Mi padre respetó mi decisión de hacerme cristiano y me defendió ante el resto de la aldea”.

Su padre asistió a misa con él algunas veces, pero murió antes de que su hijo y el resto de la familia llegasen a bautizarse. Joseph fue quien contagió su fe leyendo la Biblia a su familia: “Les explicaba que Dios envío a Su Hijo al mundo para salvar al pueblo, y me alegraba; así explicaba cómo salvar a nuestros hermanos”.

Visitar a enfermos... el rostro de Dios
Después del bautismo, Joseph empezó a acompañar a los misioneros del PIME cuando visitaban pobres o enfermos. También conoció a los religiosos de la Comunidad de Taizé, que tienen una comunidad en Bangla Desh y quedó fascinado por su espiritualidad y estilo de vida. Adoptó la costumbre de ir a misa diaria y los misioneros del PIME comprobaron que encajaba bien en la vida de comunidad.

Cuando visitaba enfermos, muchos pensaban que era un joven seminarista, aunque era simplemente un laico. Solía llevarles bizcochos y jabón a los pobres.

Un día compró un jabón y ayudó a lavarse a un anciano que no podía hacerlo solo. El anciano le dijo: “Mi hijo ya no está, pero me siento en el cielo, tú eres mi hijo ahora”.

Eso le hizo pensar que para conocer mejor a Dios Padre su camino debía ser la atención a pobres y enfermos. Los misioneros del PIME le inscribieron entonces en un curso de enfermería de tres años y se consolidó su vocación a servir a Dios como misionero laico.

Formación para servir a los pobres
En 1999 empezó a formarse en una casa del PIME en Italia y en 2004 regresó a Bangladesh, donde trabajó en un hospital y una leprosería. También se formó para trabajar con discapacitados mentales y físicos. Joseph pronunció su promesa definitiva en 2009 en Bangla Desh.

“Toda esta formación me ha sido útil cuando comencé mi misión en Camerún en el 2006, en el centro para discapacitados ‘Fondation Bethléem’ en Mouda”, en el extremo norte del país. Es un centro católico, de los Obreros Silenciosos de la Cruz, que acoge a mujeres viudas, niños huérfanos y personas discapacitadas.


 
De Bangla Desh a África Tropical
En África, tierra extraña, se sintió como un niño que tenía que aprender todo de nuevo: idioma, costumbres, clima…

“He encontrado puntos en común entre la medicina guiziga tradicional de Camerún y la de mi tribu oraon”… y allí se mantiene en una dieta semivegetariana según su costumbre.

El misionero cuenta que los discapacitados “pueden llegar a tener un comportamiento muy agresivo y violenta si no se los involucra en una actividad que los tenga ocupados. Por esto, les enseño a cultivar verduras y a dar de comer a los animales. Les he mostrado cómo plantar y cuidar árboles”.

Camerún es un país bellísimo, pero Joseph, que se formó en el campo, ha comprobado que “la población no conoce las técnicas agrícolas y de crianza de ganado. De Bangladesh traje berenjenas -que ellos jamás habían visto-, zanahorias, tomates, papaya… Llevé allí mi experiencia como tribal bangladeshí de familia humilde campesina”.

Visitando familias de discapacitados les enseña a cultivar un jardín de frutas y verduras para completar su dieta siempre escasa.

Trabajando con musulmanes
“En esta zona de Camerún el 50% de la población es católica, el 25% es musulmana y el resto profesa el culto animista. Jamás tuvimos problemas con la comunidad islámica del lugar, todo lo contrario, ¡tenemos muchos amigos musulmanes! Lo fundamental es que todos reconocen el valor de nuestro trabajo misionero entre los más necesitados y por lo tanto nos reciben con alegría y nos invitan a sus casas, para que veamos los avances de la huerta doméstica”. En el centro trabajan de forma conjunta y eficaz voluntarios católicos y musulmanes.  


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