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sexta-feira, 22 de julho de 2016

Joseph Pearce explica cómo la conversión de Newman le dio la vuelta a la historia católica inglesa

Lo más importante acaecido en casi tres siglos

John Henry Newman confesando, intepretado por F. Murray Abraham en la película The Unseen World (2011), de Liana Marabini.
ReL  21 julio 2016

De Oscar Wilde a Graham Greene, de C.S. Lewis a Evelyn Waugh, de G.K. Chesterton a J.R.R. Tolkien... Cuanto más se editan o reeditan con éxito en español las obras tantos católicos conversos de habla inglesa que figuran entre los grandes maestros de la literatura universal, más resplandece la personalidad de quien posibilitó la fe de todos ellos: el Beato John Henry Newman.

Joseph Pearce ha escrito en The Imaginative Conservative un artículo al respecto titulado "El legado de John Henry Newman" que por su virtualidad como síntesis y análisis reproducimos a continuación en su integridad:

Joseph Pearce ha escrito biografías de casi todos los escritores ingleses conversos por influencia de Newman. En España se acaba de publicar la de Hilaire Belloc: El Viejo Trueno.
En septiembre de 2010 tuve el honor de ser invitado a comentar, junto con Raymond Arroyo y el padre Robert Sirico, la cobertura en directo que hizo EWTN de la visita de Benedicto XVI a Gran Bretaña. Fue realmente una alegría y un privilegio seguir al Papa mientras visitaba lugares en Londres de gran significación católica. Visitó Westminster Hall, donde Santo Tomás Moro fue juzgado, y visitó la abadía de Westminster para orar en el santuario de San Eduardo el Confesor. Bendijo a la multitud en Hyde Park, a tiro de piedra de Tyburn Tree, el altar maquiavélico donde numerosos mártires católicos fueron asesinados. Es como si los lugares seleccionados para la visita del Papa hubiesen sido cuidadosamente escogidos para recordar a los ingleses su herencia católica y para avisar de los peligros inherentes a la intolerancia laicista hacia la Iglesia.

Benedicto XVI, durante la ceremonia de beatificación del cardenal Newman.
La finalidad de la visita del Papa, sin embargo, no era principalmente celebrar la herencia católica de Inglaterra sino beatificar a John Henry Newman. Al hacerlo, el Papa no esta tanto celebrando la historia, como haciéndola. Newman fue el primer inglés beatificado desde la Reforma, aparte de los mártires; fue también el primer inglés nacido desde el siglo XVII elevado a los altares.

El ambiente que Newman vino a cambiar
John Henry Newman nació en 1801, en el alba del siglo XIX, y vivió hasta 1890, cuando el sol comenzaba a ponerse ante la más catalítica y cataclísmica de las épocas. Durante la larga e intensa vida de Newman, nuevas ideas iban a causar movimientos sísmicos en la forma en la que el hombre moderno se ve a sí mismo. Karl Marx adaptó las ideas de Hegel al servicio de la política revolucionaria, dando lugar así a una ideología que le costaría la vida a decenas de millones de personas en el siglo siguiente. Charles Darwin propuso la evolución de las especies desde los comienzos primitivos, dando lugar así a la idea del progresismo biológico y el engreimiento moderno con sus consecuencias. Friedrich Nietzsche afirmó con descaro que Dios había muerto, deificando al Hombre. Sigmund Freud suplantó la voluntad consciencia con los complejos subconscientes, sustituyendo las decisiones morales racionales por los impulsos psicológicos irracionales. Se sucedieron las revoluciones en Europa con el nacionalismo y el socialismo amenazando el viejo orden, sembrando las semillas del nacional-socialismo y su hermano mayor, el comunismo internacional. El Imperio Británico se expandió par el mundo, estableciendo los fundamentos de la globalización.

Fue un tiempo de cambio e incertidumbre, y sin embargo, al mismo tiempo y como atestigua la vida de Newman, fue también un tiempo de renacimiento religioso y resurgimiento tradicionalista.

El propio lugar de Newman en ese renacimiento católico es primordial. Él es, en realidad, el auténtico padre de ese renacimiento.

En el momento en el que nació Newman, la Iglesia católica en Inglaterra llevaba mucho tiempo desarraigada de la vida y la conciencia nacionales. Entre 1530 y 1680, innumerables católicos habían muerto por su fe. Hay más de un centenar de mártires ingleses canonizados y beatificados y muchos otros cuyo sacrificio final por la Fe no ha sido reconocido oficialmente por la Iglesia. Tras la autodenominada “Gloriosa” Revolución de 1688, que depuso al monarca católico Jacobo II, dos levantamientos jacobitas intentaron el retorno al trono de los herederos del legítimo. En el segundo de estos levantamientos, los seguidores del Gentil Príncipe Carlos fueron derrotados finalmente en la batalla de Culloden en 1746, acabando con toda esperanza realista del regreso de una monarquía católica.

En ese momento, después de más de doscientos años de persecución sin fin, todo parecía perdido para la menguada población católica de Inglaterra. Un pequeño número de familias resistentes, que se habían aferrado tenaz y dogmáticamente a la Fe desafiando la guerra de desgaste emprendida contra ellos, se habían resignado a un lugar marginal en la vida inglesa, excluidos de cualquier promoción política y social por el asumido e institucionalizado prejuicio de sus compatriotas. Éste era el mundo en el que Newman nació y en el que iba a desempeñar un papel principal.

Por qué Newman lo cambió todo 
La conversión de Newman en 1845, dieciséis años después de la emancipación católica y cinco años antes del restablecimiento de la jerarquía católica en Inglaterra, fue heraldo del nacimiento de un renacer que vería la resurrección de la Fe en el mundo de habla inglesa.

Antes de la conversión de Newman, el catolicismo había sido percibido por los británicos como una religión foránea, vinculada a tipos mediterráneos morenos y supersticiosos. Como el poder de Gran Bretaña brillaba en todo su esplendor del Imperio y el poder de Italia, España y Portugal caía en una relativa impotencia, era fácil para los británicos sentirse superiores y arrogantes. El catolicismo era una religión primitiva y retrógrada para gentes primitivas y retrógradas.

John Henry Newman se convirtió en 1845, a los 44 años de edad. En 1847 se ordenó sacerdote, y fue elevado al cardenalato en 1879.
Esa presunción quedó confundida cuando Newman fue recibido en la Iglesia católica. Conocido por poseer uno de los más finos intelectos de su tiempo, resultaba difícil pasar por alto la sumisión de tamaño gigante intelectual a las pretensiones históricas y dogmáticas de Roma.

Newman había llevado a cabo un estudio intensivo de la Iglesia primitiva y había llegado a la conclusión de que la fe de la Iglesia de los Padres era la misma Fe Santa, Católica y Apostólica predicada y enseñada por la Iglesia católica en su época. La erudición de Newman y su elocuencia al expresarla sacudieron al establishment anglicano, poniendo en cuestión las presunciones y prejuicios sobre los que se edificaba la Iglesia de Inglaterra.

Una oleada de conversos provenientes de los más altos escalones de la sociedad cruzaron el Tíber siguiendo los pasos de Newman, casi como si convertirse se hubiese puesto de moda. Al mismo tiempo, un enorme flujo de inmigrantes irlandeses que huían de la gran hambruna, incrementó el número de trabajadores católicos. De la noche a la mañana, el catolicismo se estaba convirtiendo en una fuerza significativa en la sociedad británica, coincidiendo un número creciente de conversos eruditos con una creciente presencia plebeya de inmigrantes irlandeses. El resultado sería un renacimiento católico que duraría más de un siglo.

Los periodos del renacimiento católico 

El primer periodo de este renacimiento podría denominarse Período Newman, y abarcaría desde la conversión de este gran hombre en 1845 hasta su muerte en 1890.

El segundo periodo, que podría denominarse el Interludio Decadente, abarcó la última década del siglo, en el que los escritores y artistas fin de siècle flirtearon con Roma y finalmente sucumbieron a los encantos de la Iglesia. Entre los conversos de este decenio estuvieron Oscar Wilde, Aubrey Beardsley, Ernest Dowson y Lionel Johnson.

El tercer gran periodo del renacimiento podría denominarse Periodo Chesterbelloc, en el que las figuras enormes de Hilaire Belloc y G.K. Chesterton lo ocupaban todo, y abarcaría desde 1900, el año en el que Chesterton publica por primera vez, hasta 1936, el año de su muerte.

La editorial Palabra acaba de publicar en España El Viejo Trueno, como se conocía a Hilaire Belloc, una nueva gran biografía de Joseph Pearce. Pincha aquí para adquirirla ahora.
El último periodo podría denominarse Periodo Inklings, en el que dominaron las figuras de J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis, y abarcaría desde 1937, el año en el que se publicó El Hobbit, hasta 1973, año de la muerte de Tolkien.

Puede afirmarse que la magnitud del renacimiento católico, que situó al catolicismo en el centro e incluso en la cima de la vida artística y cultural de Gran Bretaña, no habría tenido lugar si no hubiese sido por la conversión de Newman, cuya naturaleza catalítica apenas puede exagerarse.

La influencia múltiple de Newman 
Habiendo situado la importancia de Newman en su contexto histórico, también es necesario considerar brevemente su influencia como historiador, teólogo, filósofo, educador, apologeta, novelista y poeta.

La importancia de Newman como historiador se basa en su trabajo pionero sobre la Iglesia primitiva, que le convenció a él, y convenció a las generaciones que le han leído luego, de que un estudio sobre los Padres y sobre las principales herejías aporta pruebas convincentes de las verdaderas afirmaciones católicas. Newman sostenía, y sus trabajos mostraban, que cuanto más se empapa uno de historia, más católico se vuelve.

Como teólogo, Newman es justamente celebrado por su Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana (1845), enormemente influyente en la comprensión para la Iglesia de cómo se desarrolla su doctrina sin cambiar jamás lo esencial. El más sucinto compendio de esta comprensión de la evolución de la doctrina católica lo ofreció Tolkien en una carta a su hijo en la que comparaba a la Iglesia con un árbol. Es un error considerar el árbol ya crecido, esto es, la Iglesia después de dos milenios de desarrollo, como inferior a la semilla de la que creció o el brote que fue en tiempos, esto es, la Iglesia primitiva. El árbol (la Iglesia) es el mismo en todas las épocas, desarrollándose y creciendo orgánicamente sin cambiar jamás su esencia como “arbolidad” (esto es, la verdad que la Iglesia enseña y la verdad que lo es).

Como filósofo, Newman es sobre todo conocido por Ensayo para contribuir a una gramática del asentimiento (1870), que muestra la inadecuación del razonamiento reduccionista, como la lógica, como medio para comprender la plenitud de la verdad. A la fe se llega por la relación entre probabilidades convergentes a las que asiente la voluntad.

Como educador, Newman defendió las humanidades en La idea de la Universidad (1852), vinculando los clásicos de la Antigüedad pagana a la herencia de la Cristiandad.

Como apologeta, su trascendental Apologia pro vita sua (1864) sigue siendo una de las mejores autobiografías espirituales jamás escritas, quizás la mejor, con la obvia excepción de las Confesiones de San Agustín.

La faz de apologeta se manifestó también en sus novelas Perder y ganar (1845) y Calixta (1855), así como en sus sermones y en su combate teológico con los errores del anglicanismo.

Por último, pero sin duda no lo menos importante, está la posición de Newman como ensayista del mayor orden y poeta de primer nivel.

Una influencia duradera y diversa 
Antes de concluir, debe hacerse una sucinta referencia a las posteriores generaciones de famosos conversos para quienes Newman fue una influencia principal. Como Gerard Manley Hopkins, probablemente el mayor poeta en una época de grandes poetas, que fue recibido en la Iglesia por el mismo Newman en 1866.

Entre otros a quienes Newman ayudó significativamente en sus respectivos caminos a Roma figuran Oscar Wilde, Maurice Baring, R.H. Benson, Christopher Dawson, Ronald Knox, Evelyn Waugh, Graham Greene, Muriel Spark y Alec Guinness, por dar sólo algunos nombres ilustres. También debe mencionarse a Hilaire Belloc y J.R.R. Tolkien, dos de los gigantes del renacimiento católico, ambos educados en el Oratory School de Birmingham que había fundado Newman.

¡De cuántas formas ha sido John Henry Newman una bendición para la Iglesia! ¡Qué conveniente, por tanto, que la Iglesia haya bendecido tanto a Newman elevándole a los altares! El Beato Newman está en presencia de la visión beatífica. Ha alcanzado la finalidad por la que vale la pena vivir. Por tanto, las alabanzas deberían dejar paso a las oraciones: Beato John Henry Newman, historiador, teólogo, filósofo y poeta, ruega por nosotros.

Traducción de Carmelo López-Arias.


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