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sábado, 27 de agosto de 2016

Pupi Avati, cineasta pro-familia: «Voy a misa a diario para convencer a Dios de que debe existir»

Ha dirigido «Un matrimonio», miniserie de gran éxito en la RAI

Pupi Avati, medio siglo dirigiendo películas con el hombre cotidiano como protagonista más habitual.
ReL  26 agosto 2016

“Somos adictos a la soledad; la familia es el único remedio”. Si la familia natural fuera una organización de la ONU, Pupi Avati sería su embajador. Pero como no lo es, desde su casa de Bolonia se parece más a un abuelo socarrón que ha visto muchas cosas; algunas que puede mandar a la porra. Como la pretensión de encasillar al mundo del cine como un mundo sin valores. “¿Conoce usted el mundo de los banqueros?”. Sin embargo, para estar seguros, él se mantiene muy lejos del mundo del celuloide o, mejor, de sus ritos y de su aspecto social. “No vivo mi mundo, esa debe haber sido mi salvación. Al menos la mía y la de mi esposa”.

78 años, 46 de ellos pasados detrás de la cámara narrando al hombre y todas sus facetas. Con más  de 50 títulos en activo, Giuseppe Avati, llamado Pupi, es un italiano incómodo. No gusta a la jet set, a pesar de ser un director de cine, oficio ambicionado por las estrellas en ciernes y soñado por los intelectuales. Pero gusta a los italianos, que ven en sus películas un reflejo de una humanidad concreta, verdadera y perdida, que además es la que nosotros vivimos. O que hemos vivido y que desearíamos vivir: protectora como los pórticos que flanquean Via Indipendenza en su Bolonia natal, dura y dolorosa como la subida que lleva a la Virgen de San Lucas. Y que sangra como el ragù que acabas de quitar del fuego antes de inundar con él las tagliatelle.


 
Una esposa. Es tal vez este el título que falta en su interminable cartelera. Porque Pupi Avati ha sido extraordinaria y obstinadamente monógamo, término que en su significado etimológico más concreto significa: “Hombre que permanece fiel para toda la vida a una sola mujer y viceversa”. En su Un matrimonio, miniserie emitida por la RAI en 2014, lo cuenta como si fuera su testamento.

La miniserie Un matrimonio, dividida en seis capítulos, fue emitida por gran éxito por la RAI del 29 de diciembre de 2013 al 20 de enero de 2014. Cuenta la historia de un hombre y una mujer, su boda y su familia, desde 1948 a 2005, año en el que celebran sus bodas de oro.
Pupi Avati es testigo de un proyecto escolar presentado hace unas semanas por la asociación Non si tocca la Famiglia, que consiste en la proyección a estudiantes de la película del director boloñés, seguida por un clásico cineforum que se concluye con el testimonio de una familia. Un proyecto sencillo para contar una realidad sencilla como la familia. Pero que es muy difícil que el Ministerio de Educación tenga en cuenta dado que el fuego sagrado de la educación de género es el paso obligado para estar à la page.

La Nuova Bussola Quotidiana ha visitado a Avati, con el que no ha sabido hablar de otra cosa más que de familia. Tal vez porque es el único colosal [peplum, cine histórico clásico de aventuras ambientado en la Antigüedad, preferentemente griega y romana] que habría que restaurar, tanto en sus colores como en su sonido.

-Ahora le llaman para que hable de la familia en los colegios. ¿Cómo se siente en este papel?
-Bueno, diría que bien. Soy una persona que tiene experiencia matrimonial, he pasado 52 años de matrimonio y pienso soy competente en materia como pocos.

-Seguramente pocos directores…
-He forjado mi experiencia subiendo y bajando del andamiaje de la obra. He vivido la experiencia matrimonial con todas sus dificultades.

-¿Y su película Un matrimonio es el  manual?
-Hablo de mi experiencia de vida y no quito nada: peleas, caídas, dudas. Por no hablar de la relación con los hijos.

-¿Qué relación habría que tener con los hijos?
-Tenemos la obligación de dejar nuestras huellas en los hijos.

-¿Y los hijos?
-Los hijos tienen un único derecho.

-¿Cuál?
-Un padre, una madre y hermanos. Los hermanos son una garantía. Los hijos deben sentirse garantizados por los hermanos.

-¿Cuál es su película más familiar?
-Seguramente Un matrimonio, porque es la que narra todas las fases. No he excluido nada, no hay reticencias. He hablado de adulterio, de relaciones no fáciles con los hijos. Es evidente que también en otras películas hablo de la familia, pero algunas veces de manera más consoladora y menos honesta.


-¿Ha leído la última encuesta del Istat [Instituto Nacional de Estadística]? En 2031, adiós a los matrimonios. Será ya mucho si se convive…
-Temo que hay mucha verdad en ello, veo la tentación de deshacerse de esta institución, que es la institución príncipe con la que se recuerda al ser humano su responsabilidad. Hoy se busca la soledad. El solitario representa, hoy en día, la tentación máxima porque todos tenemos la ilusión de vivir una eterna juventud, que buscamos mediante la cirugía o la química para que así la estación de la adolescencia se perpetúe ininterrumpidamente.

-Y mientras tanto envejecemos…
-…y la persona que ha estado siempre a tu lado te molesta. Te ha regalado la vida y ahora ya no te atrae. Todo esto es deletéreo.

-Si por lo menos se tuvieran hijos… seguimos estando bajo el umbral de supervivencia en cuanto a número de hijos por pareja.
-Evidente que es así. Todos tienen un hijo cuando han acabado de pagar la hipoteca, de comprar el coche, de tener trabajo. El hijo se convierte en algo optativo. Es una forma soterrada de egoísmo. Un egoísmo difundido, lo veo porque también soy abuelo.

-Solos, tarde y viejos. Esta dibujando el identikit del hombre moderno.
-Antes de hacerlo yo, lo hizo un gran Papa. Cuando Benedicto XVI tuvo esa genial intuición del relativismo, estigmatizó la cultura occidental en la que cada uno se construye su moral prèt-à-porter; ya nadie se confiesa porque todos encuentran una legitimación para autoabsolverse. Todo esto ocasiona que si en una familia, formada por padre, madre e hijo, se ponen en el centro los propios egoísmos, la familia está destinada a disgregarse.

-¿Qué dirían sus colegas si le oyeran pontificar acerca de los males modernos que ellos mismos escenifican como si fueran modelos a seguir?
-No frecuento el ambiente del cine, lo vivo manteniéndome a distancia. Digamos que, más que apreciarme, me compadecen. Pero no es verdad que sea tan malvado. Es un lugar común el que sea una acumulación de maldades. El mundo de los banqueros es peor. Y el de los políticos lo es aún más, porque en todas partes el egoísmo te empuja a coger el máximo agarrando con voracidad. Veo que lo importante hoy es tranquilizar, asegurar. El oficio de nuestros políticos es hoy en día el de asegurador.

-Acaban de masacrar a 84 personas en un paseo del mar. Si no nos dan seguridad, es el fin.
-Esta mañana he leído los tuits de nuestros políticos. Empecemos por Renzi. No saben hacer otra cosa que decir frases insoportables, sin sentido alguno, y cuyo único fin es infundir una falsa confianza. Pienso que la declaración post acontecimiento traumático es la parte más humillante del oficio de político. Pero, ¿para qué la hacen? Si al menos tuvieran la decencia de permanecer callados... En cambio, dicen siempre las mismas cosas: que si "debemos seguir viviendo nuestra vida”, que si "somos más fuertes que el enemigo”…

-…al que nunca llaman por su nombre.
-Efectivamente.

-¿Qué relación tiene con la fe?
-Mi fe está condicionada por la duda, creo que es la belleza de la fe. Cada día debo perderla y volver a encontrarla. Si entiendes lo que es la fe, al poco tiempo la vives como un oficio.

-¿Se siente un testigo?
-Sí, pero inútil. En mi ingenuidad, y de manera provocadora, voy a misa todos los días para buscar a Dios y para convencer a Dios de que debe existir, lo considero necesario porque sólo un Dios nos puede salvar. Estas afirmaciones mías son consideradas con la misma bondadosa complacencia con que se mira a un tonto al que se ama: le das una palmada en la espalda y después sigues con tu vida.

-Vale, pero la descripción más bonita de lo que es interpretar la dijo usted.
-Ah, si, ¿y cual fue?

-Interpretar es escuchar. Se lo dijo usted a Katia Ricciarelli cuando ésta dudaba si aceptar su papel en La segunda noche de bodas.
-Escuchar es la dinámica que mueve a la sociedad. Nuestra sociedad no escucha.

-La familia, ¿es el lugar donde se escucha?
-Para nada. Tenemos tantos dramas familiares porque ya nadie escucha a nadie. Se habla mucho de feminicidio, pero no nos damos cuenta de que a menudo el hombre sacrifica a las personas a las que está más unido porque está privado del escuchar. Si le entregara mi móvil vería un centenar de números. Por lo menos 65 de estos números pertenecen a personas trastornadas de mente que me telefonean.

-¿Para?
-Quieren contarme cuatro tonterías, que las escuche un poco. Yo lo hago. No es que esto contribuya o pueda resolver el problema, pero por lo menos no se sienten solas.

-Esperemos no estar entre ellas.
-Yo lo hago con gusto. El hombre está tan solo dentro del ámbito familiar… Nadie le escucha, cuenta sólo como número, no como individuo. ¿Cuántas personas, si hubieran sido escuchadas, no habrían degollado a su mujer?

-Ha hablado de feminicidio. ¿También usted cede al neolenguaje?
-Desgraciadamente ya está en nuestro léxico. Y está mal. El mundo ha empeorado terriblemente; la crueldad, la indiferencia reinan soberanas. Pero lo que me asombra es que todo sucede simultáneamente. Si ahora hiciera zapping pasaría en un abrir y cerrar de ojos de la masacre de Niza a esos idiotas que te enseñan a maquillarte. Y esta noche la masacre de Niza será agua pasada. Es un caos con el que no me identifico.

-Hay que poner orden.
-Necesitamos códigos. La vida es todo ella un obedecer a unos códigos, a unos procedimientos que están vinculados a una sacralidad que es tu historia humana en relación con los otros.

-¿Está hablando de una liturgia?
-En un cierto sentido la familia responde a esta liturgia. Los procedimientos con los que se tejen las relaciones con los otros restituyen valor a lo que haces. Pensemos en el noviazgo.

-Vale.
-En el pasado el cortejo tenía unas reglas rituales que preparaban a un bien superior. Hoy nos hemos jugado todas estas relaciones humanas por lo que nuestra vida se resume a la esencia: llegas a lo que es ya el resultado, miras a tu alrededor y ya no tienes deseos.

-¿Y qué desea Pupi Avati?
-Esto: me he convertido en un anciano que sigue esperando que la vida le pueda dar aún mucho.

Traducción de Helena Faccia Serrano (diócesis de Alcalá de Henares).



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