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sexta-feira, 17 de fevereiro de 2017

Texto del discurso del papa Francisco que no leyó en la universidad ‘Roma Tre’

El Santo Padre prefirió improvisar y entregó el discurso escrito para que después lo lean


El Papa mientras habla a los universitarios, en un discurso improvisado
El Papa mientras habla a los universitarios, en un discurso improvisado
(ZENIT – Roma).- El papa Francisco visitó este viernes la universidad Roma Tre, un instituto público en el que cursan  unos 40 mil estudiantes. A continuación el texto integral con las palabras del Papa:

“Señor Rector. Ilustres profesores, queridos estudiantes y miembros del personal:

Les doy las gracias por haberme invitado a visitar esta Universidad, la más joven de Roma, y les dirijo a todos mi cordial saludo. Doy las gracias al rector, Mario Panizza por sus palabras de bienvenida y deseo todo lo mejor para el trabajo y la misión de este Ateneo. La instrucción  y la formación académica de las nuevas generaciones son un requisito básico para la vida y el desarrollo de la sociedad. He escuchado vuestras preguntas y les agradezco. Las había leído antes e intentaré responder tomando en cuenta mi experiencia.

Nuestra sociedad está llena de buenas acciones, de solidaridad y  amor hacia los demás: muchas personas y muchos jóvenes, seguramente también entre ustedes, participan en el voluntariado y en actividades al servicio de los necesitados. Y este es uno de los valores más grandes del hay que estar agradecidos y orgullosos. Sin embargo, si miramos a nuestro alrededor, vemos que en el mundo hay tantos, demasiados signos de hostilidad y violencia. Como bien ha observado Giulia hay muchas señales de un “actuar  violento”.

Agradezco tu pregunta, Giulia, porque  precisamente en este año el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz propone la no violencia como forma de vida y de acción política. De hecho, estamos viviendo en una guerra mundial en pedazos:   Hay conflictos en muchas regiones del planeta, que ponen en peligro el futuro de generaciones enteras. ¿Por qué la comunidad internacional y sus organizaciones, no son capaces de prevenirlos o detenerlos? ¿Los intereses económicos y estratégicos tienen más peso que el interés común en la paz? Sin duda, estas son preguntas que encuentran espacio en las aulas universitarias y resuenan, en primer lugar, en nuestras conciencias. La universidad es un lugar privilegiado en el que se forman las conciencias, en una estrecha confrontación  entre las exigencias del bien, de la verdad y la belleza, y la realidad con sus contradicciones. ¿Un ejemplo concreto? La industria de las armas.

Durante décadas se está hablando de desarme,  también se  han puesto en marcha procesos importantes en este sentido, pero, por desgracia, en la actualidad, a pesar de todas las conversaciones y compromisos, muchos países están aumentando el gasto en armas. Y esto, en un mundo que todavía lucha contra el hambre y las enfermedades, es una contradicción escandalosa”.

Ante esta dramática realidad uno se pregunta con razón, cuál debería ser nuestra respuesta. Desde luego, no una actitud de desánimo y desconfianza. En particular ustedes los jóvenes, no se pueden permitir vivir sin esperanza, la esperanza forma parte de vosotros. Cuando  falta la esperanza, falta  la vida; y entonces  algunos van en busca de una existencia engañosa ofrecida por los mercaderes de la nada que venden cosas que dan una felicidad temporal y aparente, pero en realidad desembocan en callejones sin salida, sin futuro, en auténticos laberintos existenciales.

Las bombas destruyen los cuerpos, las adicciones destruyen las mentes, las almas, e incluso los cuerpos. Y en esto doy otro ejemplo concreto de la contradicción actual: la industria de los juegos de azar. Las universidades pueden aportar una valiosa contribución a los estudios para prevenir y combatir la adicción a los juegos de azar, que causan graves daños a las personas y a las familias y altos costos sociales”.

Una respuesta que me gustaría sugerir – y tengo presente la pregunta de  Niccoló – es que se comprometan también como universidades en  proyectos de condivisión y de servicio a los últimos, para fomentar en nuestra ciudad, Roma, el sentido de pertenencia a una “patria común “.

Nos interpelan tantas urgencias sociales y tantas situaciones de penuria y de pobreza: pensemos en las personas que viven en la calle, en los emigrantes, en los necesitados no sólo de alimentos y ropa, sino de un lugar en la sociedad, como los que salen de la cárcel . Saliendo al encuentro de estas pobrezas  sociales, nos convertimos en protagonistas de  acciones constructivas que se oponen a las destructivas de los conflictos violentos y también a la cultura del hedonismo y del descarte, basada en los ídolos del dinero, del placer, del aparentar…En cambio, trabajando con proyectos, incluso pequeños, que favorecen el encuentro y la solidaridad,  recuperamos juntos un sentido de confianza en la vida.

En cualquier entorno, especialmente en el universitario, es importante leer y enfrentar este cambio de época con reflexión y  discernimiento, es decir sin prejuicios ideológicos, sin miedos o fugas. Cualquier cambio, incluso el actual, es un pasaje que trae consigo dificultades, penurias y sufrimientos, pero también nuevos horizontes para el bien. Los grandes cambios exigen un replanteamiento de nuestros modelos económicos, culturales y sociales, para recuperar el valor central de la persona humana.

Riccardo en la tercera pregunta se refería a “las informaciones que en un mundo globalizado son vehiculadas sobre todo por las redes sociales”. En este ámbito tan complejo, creo que es necesario operar un sano discenimiento, basado en criterios éticos y espirituales.  Hace falta interrogarse sobre lo que es bueno, teniendo como punto de referencia los valores propios de una visión del hombre y del mundo, una visión de la persona en todas sus dimensiones, sobre todo la trascendente.

Y hablando de trascendencia, quiero hablar de persona a persona y dar testimonio de quien soy. Me profeso cristiano y la trascendencia a la que me abro y a la que miro tiene un nombre: Jesús.  Estoy convencido de que su Evangelio es una fuerza de  verdadera renovación personal y social.

Hablando así,  no les propongo  ilusiones o teorías filosóficas o ideológicas, ni tampoco quiero hacer proselitismo.  Les hablo de una Persona que me salió al encuentro, cuando tenía más o menos vuestra edad, abrió mis horizontes y cambió mi vida. Esta Persona puede llenar nuestro corazón de alegría y nuestra vida de significado. Es mi compañero de viaje; Él no defrauda y no traiciona. Está siempre con nosotros. Se coloca, con respeto y discreción  a lo largo del camino de nuestra vida, nos sostiene especialmente en la hora de la pérdida y la derrota, en el momento de la debilidad y del pecado, para volvernos a situar siempre en el camino. Este es el testimonio personal de mi vida.

Non tengan miedo de abrirse a los horizontes del espíritu, y si reciben el don de la fe –porque la fe es un don– no tengan miedo de abrirse al encuentro con Cristo y de profundizar la relación con él. La  fe nunca limita el ámbito de la razón, sino que lo abre a una visión integral del hombre y de la realidad, defendiendo del peligro de reducir la persona a “material humano”.

Con  Jesús no desaparecen las dificultades, pero se enfrentan  de una manera diferente, sin miedo, sin mentirse a sí mismos y a los demás; se enfrentan con la luz y la fuerza que viene de Él. Y podemos llegar a ser, como decía  Riccardo, “operadores de la caridad intelectual”, a partir de la misma Universidad, para que sea  un lugar de formación a la “sabiduría” en el sentido más amplio del término, de educación integral de la persona. En esta perspectiva, la Universidad ofrece su contribución peculiar y esencial para la renovación de la sociedad.

Y la Universidad también puede ser el lugar donde se elabora la cultura del encuentro y de la acogida  de las personas de diferentes tradiciones culturales y religiosas. Nour, que viene de Siria,  ha hecho referencia  al “miedo” del occidental ante el extranjero, ya que podría “poner en peligro la cultura cristiana de Europa”.

Aparte del hecho de que la primera amenaza a la cultura cristiana de Europa está precisamente dentro de Europa, el encerrarse en uno mismo o en su propia cultura nunca es el camino  para devolver la esperanza y operar una renovación social y cultural.

Una cultura se consolida en la apertura y en la confrontación con otras culturas, siempre que tenga una conciencia clara y madura de sus principios y valores. Por tanto, animo a los profesores y a los estudiantes a que vivan la Universidad como un ambiente de diálogo auténtico, que no homologa la diversidad ni tampoco la exaspera, sino que abre a una confrontación constructiva. Estamos llamados a comprender y apreciar los valores del otro, superando las tentaciones de la indiferencia y del temor. Nunca tengan miedo del encuentro, del diálogo, de la confrontación.

Mientras prosigue vuestra trayectoria  de enseñanza y de estudios universitarios, prueben a preguntarse: ¿Mi forma mentis se está haciendo más individualista o más solidaria? Si es más solidaria es una buena señal porque van contra corriente, pero en la única dirección que tiene un futuro y que da futuro. La solidaridad, no proclamada con palabras, sino vivida concretamente, crea paz y esperanza para cada país y para el mundo entero. Y ustedes, por el hecho de trabajar y estudiar en  la universidad, tiene la responsabilidad de dejar una huella buena en la historia.

Les agradezco de todo corazón por este encuentro y por vuestra atención. Que la esperanza sea la luz que ilumine siempre vuestro estudio y vuestro compromiso. Sobre cada uno de vosotros y sobre vuestras familias invoco la bendición del Señor”.

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